Fuente: La Prensa by Gustavo García ~ Pese a caer un 10% durante este año, los empresarios proyectan que podrían crecer un 25% el próximo. El sector planifica invertir u$s 250 millones. Son claves las políticas públicas de impulso al consumo. El objetivo: llegar a los 200.000 puestos de trabajo en 3 años.
La pandemia los empujó hacia la virtualidad, pero igualmente
los empresarios nucleados en la Fundación ProTejer decidieron darle
continuidad a la serie de encuentros anuales y montar esta vez la Pro
Textil 2020 a distancia. Faltó el calor del contacto humano, pero
estuvieron presentes los conceptos y un plan de acción que depende por
completo del rumbo que tome la economía del país.
El diagnóstico no genera sorpresas: la actividad de la industria
textil caerá este año alrededor de un 10%, azotada por la crisis de
demanda. Los puestos de trabajo se han mantenido a flote básicamente por
el salvavidas que significó el esquema estatal de los ATP (Asistencia
al Trabajo y la Producción) y, los que pudieron, hallaron una salida
transitoria fabricando insumos para el sector sanitario.
En medio de estos fangos, sin embargo, los empresarios textiles miran
con optimismo al futuro. Sostienen que el rebote del año próximo en la
actividad podría escalar hasta el 25%, y que si las medidas oficiales
ayudan, alcanzarían en 3 años la meta de generar 200.000 puestos de
trabajo. La idea es clara: invertir, crear empleo, vender en un mercado
interno donde la demanda sea una política prioritaria desde el Gobierno,
reinvertir, ampliarse, crear empleo.
ACTIVIDAD
La economista de la entidad, Priscila Makari, detalló que «podemos
hablar de recuperación por la tendencia creciente en la actividad y
porque se está fabricando más que el año pasado. Venimos de años duros,
con una caída del 5,9% en 2019. El sector estaba muy golpeado».
Intrasector, la preparación de fibras fue lo que más cayó en el
rubro. Los números distan de ser saludables pero la tendencia es
auspiciosa. A cifras de septiembre, la capacidad instalada es del 48,5%,
pero su proyección es al alza. «La actividad es fuertemente estacional.
Se revierte la estacionalidad a partir de la pandemia con lo cual se
proyecta un mayor nivel de crecimiento en los meses venideros. La
cuarentena fue limando el capital de trabajo y ahora hay que
recuperarlo», argumentó Makari. Por lo pronto, la demanda eléctrica del
sector ya está en los mismos niveles que en octubre de 2019.
Luciano Galfione, director de Galfione y Compañía, y secretario de la
Fundación ProTejer, sostuvo que «si venís de una baja producción y se
suma un parate de tres meses, no es sencillo reactivar. Es fácil
destrozar un entramado productivo pero es muy difícil reconstruirlo.
Muchos jugadores se caen en ese período. El ATP ha sido una gran ayuda,
hubiera sido muy duro afrontar la cuarentena sin esa herramienta».
Apelando a un ejemplo, subrayó: «Cuando uno para una fábrica es como
cuando deja una Ferrari por dos años en un garage. Cuando quiere sacarla
a la calle muchas cosas no funcionan. Eso ocurrió con los textiles
durante los últimos dos años».
«El 50% de la capacidad instalada es el 100% de lo que la industria
puede poner en movimiento en este momento. Ese es el delay que vemos en
algunos casos. Creo que es algo coyuntural y que estará saldado hacia
fin de año», argumentó.
Por su parte, el ingeniero Jorge Sorabilla, titular de la empresa
TN&Platex y ex presidente de la entidad, resaltó que «»los índices
reflejan un promedio, pero hay empresas paradas y otras que trabajan al
75%. La recuperación llevará muchísimo tiempo».
«Habrá que convivir durante un tiempo con el faltante de insumos.
Pero tenemos los fierros para incrementar la producción, crecer y
generar más empleo -enfatizó-. La inversión en tecnología estará
produciendo recién dentro de un año y medio. Somos optimistas pero
tendremos que convivir con ciertas tensiones. Pero son tensiones
buenas».
Los empresarios, planillas en mano, estiman que este año la actividad
de la industria textil caerá 10%, mientras que el rubro confección
sufrirá una merma del 12%. Sin embargo, de cara al futuro, si la
recuperación de la demanda es sostenida -y aquí entran a tallar las
políticas de estímulo de la demanda que pueda implementar el Gobierno-,
podrían crecer un 25% en 2021.
En este panorama hay algunas ventanas que se van abriendo, tal el
caso del programa Compre Argentino. Galfione asegura que está orientado
mayormente a la confección de ropa sanitaria y de las fuerzas de
seguridad. También el rubro minería es prioritario en la realización de
geotextiles. «Es un puntapié para las inversiones, son productos de alto
valor agregado y mucha tecnificación», señaló.
El empresario tomó como ejemplo lo que es la indumentaria de las
fuerzas de seguridad, donde se fabrica nacional pero se debe acreditar u
homologar en los Estados Unidos, lo cual «es un disparate». Y agregó:
«Se trabaja para que la certificación internacional pueda realizarse en
el país».
INVERSION
En medio de un presente asfixiante, con la demanda dormida, la
pregunta obligada de cara al año próximo es cuánto va a invertir el
sector. Los números de la economista Priscila Makari anuncian que la
inversión este año sería de u$s 100 millones, por encima de los u$s 64
millones del año pasado. Pero estiman las proyecciones que en 2021
podría ascender a u$s 250 millones, mucho más que en 2011, cuando fue el
pico inversor en el sector.
Sorabilla remarcó entonces que «cuando la industria pasa del 75% del
uso de su capacidad instalada, los empresarios empiezan a invertir de
manera masiva. Se da el círculo virtuoso. Ahora hay restricciones en
dólares. Está ese millón que se usa para comprar insumos y repuestos.
Por ejemplo, el poliéster ya no se fabrica en cantidad en el país».
«Se trata de tener crédito a tasa subsidiada para capital de trabajo.
Son muy importantes. En general el empresario textil deja la
rentabilidad en su empresa, la reinvierte. Hoy nos estamos endeudando en
capital de trabajo. La rentabilidad la esperamos para más adelante. Tal
vez para cuando la capacidad esté por encima del 60%», agregó.
Galfione, en tanto, sostuvo que durante los meses de la pandemia
«pusimos mucha plata en la producción de insumos sanitarios. Mucho de la
estadística de la inversión realizada tiene que ver con eso». Dijo
también que hay que tener en cuenta que el 95% de los insumos sanitarios
eran importados, y que ahora esa relación se habría invertido, primando
la producción nacional. «Todo eso se hizo con crédito», recalcó.
EMPLEO
Makari, economista de la Fundación, explicó que el empleo crecería
este año un 15% con respecto al 2019. «Se está trabajando a niveles de
prepandemia. En los meses de octubre y noviembre se puede apreciar un
crecimiento en la producción». Y dejó sobre la mesa un dato clave: si
permanecen los programas de estímulo, en tres años el sector podría
alcanzar el objetivo de llegar a los 200.000 puestos de trabajo.
Hay otro punto que la entidad presenta como un desafío, y es lograr
una mayor automatización de la industria. ¿Conlleva este avance una
pérdida de puestos de trabajo? Galfione lo descartó de plano: «La
automatización no genera desocupación, todo lo contrario. Nacen otros
puestos que antes no existían. La automatización significa realizar la
producción con más calidad y eficiencia. Eso nos hace ganar mercados y
ser más competitivos. Habría puestos de trabajo de mayor calidad y mejor
pagos. En este rubro la gran fuerza laboral está en la indumentaria, y
allí la automatización no es un sustituto sino un complemento».
Y Sorabilla lo complementó afirmando que «la industria 4.0 tiene que
ver con la velocidad con que la industria puede fabricar lo que se
demanda en el mostrador. Antes se producía para stock y ahora para el
consumo. La tecnología da la oportunidad de que la industria pueda
satisfacer esa demanda del mercado interno».
Por otra parte, la Fundación ProTejer ha desarrollado un proyecto
junto a la Universidad de San Martín, con fondos del BID y el apoyo del
gobierno de Corea del Sur, para capacitar mandos medios en hilandería,
tejeduría y otras actividades del sector. «Es el primer paso»,
aseguraron.
Sobre el tema también opinó el empresario Pedro Bergaglio, socio
gerente de Tricofix SRL y presidente de la Cámara Argentina del Sweater.
«La confección crea trabajo con poca inversión. No es aquí
contradictoria la relación entre la tecnología y el trabajo. Creamos
también una escuela con la Asociación Obrera Textil. El principal empeño
siempre fue mejorar la calidad del empleo».
La pregunta cayó de madura: ¿Habrá que implementar una reforma
laboral en el sector para potenciar su crecimiento? Sorabilla destacó
entonces que «en este momento venimos tan mal que podemos seguir
trabajando con estas leyes. Pero a la hora de hacer sintonía fina, habrá
que hacer una reforma laboral. No para quitar derechos sino para
potenciar la productividad».
EXPORTACIONES
La frase es repetida como un mantra: la Argentina necesita dólares. Y
el sector textil está convencido de que, poco a poco, puede engarzarse
también en la cadena exportadora. «La competitividad global es mucho más
complicada de abordar, no es sólo un tema de más inversiones. Tiene que
ver con la tasa de interés, la estructura impositiva, la estructura del
país, los costos de producción. Tenemos un potencial enorme para la
exportación, pero lo haremos con la escala del mercado interno como
base», explicó Sorabilla.
Y agregó: «La restricción en torno al dólar es importante, los
dólares no alcanzan. Hay que establecer prioridades: dar trabajo y que
la gente pueda consumir. Luego invertir las utilidades para generar más
trabajo y más consumo. Las inversiones, las importaciones de bienes de
capital son más importantes que la compra de cualquier producto final.
Hay que generar empleo, vamos a salir de esto trabajando».
Galfione, en tanto, acotó que por primera vez está participando de la
mesa sectorial organizada por el Gobierno nacional. Se trata de
reuniones donde toman parte todos los ministerios y que tiene como
objetivo realizar un relevamiento de la oferta exportable de la
Argentina. «Nunca le preguntaban a los empresarios, se manejaban por
estadísticas», enfatizó.
«Se están reordenando los derechos de exportación. Se subieron
reintegros empezando por los últimos eslabones de la cadena. El plan es
potenciar aquello que tiene valor agregado. Hay una fuerte política
pública en este tema. Argentina necesita generar dólares», sostuvo.
Hay un dato que explica la necesidad de avanzar en el procesamiento.
Según explicaron, 1 tonelada de algodón vale u$s 7.000, mientras que a
producto terminado, por ejemplo sweaters, la tonelada cuesta u$s 70.000.
Galfione resaltó entonces su visión: «El mundo es vendedor, no
comprador. Lo interesante es desarrollar nuevos mercados. Los productos
con más proyección son las telas sanitarias, las anti UV,
antibacterianas. Argentina tiene una potencialidad enorme allí por el
nivel de sus empresarios. Además tenemos al INTI. También hay un enorme
potencial en ropa para las fuerzas de seguridad, las fibras de lana y
los camélidos. Fuimos pioneros en la exportación de lana Merino y ahora
vendemos lana sucia. En producción primaria de algodón somos
ultracompetitivos. Van a ser productos de nicho y de alto valor
agregado».
PRECIOS
Tampoco podía faltar en esa ida y vuelta con los empresarios textiles
la pregunta de porqué está tan cara la ropa. El año pasado, durante la
Pro Textil 2019, la entidad distribuyó una remera estampada con el
gráfico de una prenda que, segmentada, representaba los costos de la
producción. «El 50% son impuestos», era el lema predominante.
El sector suele ser cuestionado porque, afirman algunos, a partir de
la protección arancelaria, el muro erigido por el Estado, terminan
cazando en el zoológico. Los empresarios no descartan la apertura, pero
piensan que primero debe consolidarse el mercado interno.
«Nos hacemos cargo de los precios hasta la puerta de la fábrica. Nos
hacemos cargo de los precios al por mayor -resaltó Bergaglio ante la
inquisitoria-. Hay una sustancial diferencia entre lo que se entrega y
lo que se vende al público». Y puso como ejemplo que en el barrio de
Flores hay jeans por $ 500 y remeras por $ 600 u $ 800. «Depende dónde
vayan a comprar», añadió.
Sorabilla amplió el concepto: «No percibimos los índices de aumento
de precios del Indec. Tal vez se fije en los segmentos más altos.
Parecería que el índice no refleja los precios bajos de la ropa más
masiva».
Y echó por tierra aquel precepto de que abrir el mercado a prendas
importadas terminaría por domesticar los precios internos. «La
importación no es la respuesta porque hubo una importación desmedida en
los últimos 4 años y tampoco bajaron los precios. Enriqueció a los
importadores y dejó a la gente sin trabajo». E insistió en que los
precios están distorsionados por el componente impositivo.
Portugal, un modelo a imitar
Al momento de buscar ejemplos de crecimiento y desarrollo, tuvo su
espacio en la Pro Textil 2020 el empresario Paulo Vaz, directivo de la
Confederación Multisectorial Empresaria de Portugal, quien explicó en
detalle el modelo lusitano.
* «Nos reconvertimos en los «70 para abastecer a Europa. Hoy tenemos
un cluster que es totalmente integrada que va desde los que producen los
hilos hasta la distribución de prendas. No hay en Europa otra igual.
Italia tiene una industria muy importante, Alemania también es relevante
en el rubro textil, pero están mucho más orientados hacia las
industrias técnicas como el automóvil y la salud. Nosotros tenemos desde
el hilo, el tejido, toda la cadena, la confección. Todo está
integrado».
* «Esta industria ha logrado ganar una capacidad de adaptación a la
realidad y a las circunstancias muy grande. Es una industria muy
flexible y reactiva, que ha logrado adaptarse a las peores
circunstancias que las crisis le han planteado».
* «Hemos tenido la gran crisis de la apertura de los mercados porque
en 2005 se ha liberalizado el comercio textil internacional, y con esa
liberalización Europa y Estados Unidos estaban comprometidas. Lo que
hemos sufrido ha sido una fuerte competencia, sobre todo de países de
oriente, en particular China».
* «China en un período muy corto ha salido de una cota de mercado a
nivel global de 15% hasta trepar a más del 50% en cuatro o cinco años.
Eso ha sido un impacto muy grande en nuestras industrias y en toda
Europa».