Eileen Cowes fusiona el arte y la moda y consigue una experiencia única

Fuente: La Capital – La marca textil rosarina, que logró el sello de Buen Diseño Argentino, se fabrica bajo premisas sustentables. Utilizan telas de calidad que buscan en todo el país. La historia de Eileen Cowes, una artista rosarina con diseños de exportación. 

Entrar al mundo de Eileen es explorar nuevos espacios. Se rompe lo cotidiano para ingresar a una experiencia donde el arte envuelve todo. Las palabras precisas, los espacios cálidos, los cuadros, las esculturas, los objetos que marcan la historia de una vida. Y claro, la indumentaria. Telas de calidad con historia propia que se eligen para cada pieza. Las prendas tienen cada una su nombre, se nombran porque tienen un recorrido para contar. Ninguna es igual a la otra, pero todas son argentinas. Algo de todo esto se percibe al entrar al espacio de la diseñadora rosarina Eileen Cowes que creó una marca con nombre propio. Tan es así que incluso fue reconocida con el Sello de Buen Diseño Argentino (SBD) que otorga la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo de la Nación. En esta entrevista con Negocios hablará de sus inicios, de los caminos recorridos que la llevan a tener hoy su propio lugar en la escena local mientras ya mira los mercados externos con la clara decisión de exportar.

Eileen es la cuarta de seis hermanos, familia numerosa que tuvo una pérdida fundamental muy temprana, su mamá murió cuando ella sólo tenía dos años. No la recuerda, pero sí sostiene que tomó de ella su sensibilidad y le reconoce a su padre, empresario industrial rosarino, la libertad y el respeto que siempre tuvo por su deseo y su trabajo. Ella es de formación docente, incluso tuvo su propio jardín de infantes que se llamó Rayuela, y fue en esos años cuando la conmovió la creatividad que veía en el mundo de los niños. Un tiempo después, comenzó con el diseño de indumentaria, pero su primer negocio fue justamente para el segmento de los más chiquitos. Creó la marca Ochiolino donde allí ya nació su búsqueda por lograr productos creativos, rodeados de arte, diferentes. Recuerda que hacían ensambles de telas muy buenas con gente con gran capacidad que le daba más valor a cada prenda. Ese negocio lo tuvo hasta que, en una de las crisis argentinas, los costos se fueron por las nubes y tuvo que barajar y dar de nuevo.

Pensando en nuevos productos, se le ocurrió junto a un socio comenzar con la fabricación de velas. Eran épocas donde comenzaron a ser tendencia en deco y el negocio funcionó bien varios años bajo la marca Almacén de Aromas. Tras venderle su parte a su socio, empezó a pensar en un nuevo camino, y fue allí cuando llegaría la idea de volver al diseño de indumentaria, pero esta vez con un local en pleno Paseo del Siglo, sobre Córdoba entre Italia y España, bajo el nombre Si supieras vida mía. “Entre al diseño de la mano del arte”, explica Eileen incluso quien haya visitado alguna vez ese local puede recordar que el arte estaba en todas partes, en la ropa, en los accesorios, en las paredes, en la arquitectura.

El lugar no era sólo un local comercial, sino que allí se hacían intervenciones de distintas disciplinas como la danza, talleres de arte, de artesanos textiles, entre otras propuestas que hicieron que el espacio quedara en la memoria de sus habitués. Luego llegaría la pandemia y con ella la decisión de Eileen de pensar en una nueva experiencia para sus clientas. Cerró el local y lo llevó a sólo dos cuadras de allí, a una cálida terraza de calle Dorrego al 900 donde hoy funciona. Y en ese espacio, donde además vive, es la gran anfitriona de su marca porque quien compra las prendas Eileen Cowes conocerá además un mundo más íntimo atravesando una parte de su propio hogar. Es algo así como una “casa arte”, donde también funcionan algunos talleres especiales, aunque ya no multitudinarios. Esa casa tiene también su historia, fue allí mismo donde Eileen recuerda que en una época hizo durante meses junto a unos amigos unas cenas temáticas de varios pasos, con la presencia de una bodega que los acompañaba. “Abrimos las puertas, hacíamos una noche de ópera, otra de bossanova, otra de marionetas para adultos y yo era la anfitriona. Pensábamos cosas para hacer con lo que teníamos a mano”, relata.

Algunos de los diseños con colores claros para sostener una producción sustentable.

Algunos de los diseños con colores claros para sostener una producción sustentable.

Foto: Sebastián Suarez Meccia / La Capital

Una mirada sustentable

Durante toda la entrevista cuando Eileen explica lo qué hacen en sus talleres textiles estará presente una búsqueda constante por la sustentabilidad, por un consumo consciente e incluso fabrican una producción acotada que aporte a un esquema de cuidado del medio ambiente. Cuenta que la marca propia comenzó en 2013 porque en los primeros años de Si supieras vida mía exponía prendas de artistas porteños. Hoy sólo vende lo confeccionado por ellas mismas, trabaja junto a una de sus hijas, Manuela, mientras que también vende la joyería que crea otra de sus hijas, María, desde España donde reside. Hoy exporta a Costa Rica, pero tiene todo listo para empezar un camino formal de exportación hacia la península ibérica, meta que quiere cumplir en breve.

“No trabajamos más con plásticos, incluso empezamos a sacar el modal porque tiene elastano, tratamos de trabajar todo con algodón, con la premisa “cero desperdicios”. Reutilizamos hasta los pequeños pedacitos que no se usan para otra cosa, usamos material de descarte hasta para hacer las lámparas del local”, explica. Además, se dedican a hacer prendas atemporales para no colaborar con el descarte de cada temporada. La idea es que la ropa pueda usarse en cualquier época, incluso sin hacer una división exacta entre invierno y verano. El camino sustentable es largo y complejo, pero hacen su pequeño aporte. Incluso buscan colores neutros, claros, para evitar el uso de agua en exceso para las tinturas. Todo está pensado.

Para lograr tener prendas de calidad, Eileen busca cada proveedor en distintas provincias del país. Prefiere especialmente cooperativas e incluso pequeños productores de Chaco, Catamarca, San Juan y Neuquén. La mano de obra rosarina es de artesanos y artistas de gran trayectoria que llevan muchos años trabajando con ella. Hay nombres como la artista textil María Blanco, o la arquitecta Patricia Alisio, que se encarga de las tinturas. “Siempre estoy en la búsqueda de telas y de lanas que se produzcan incluso a pequeña escala en el país. Y cuando no conseguimos lo que necesitamos nos asociamos con otra gente de Argentina para traer insumos, por ejemplo de India, pero que luego se tejen con manos argentinas”, agrega.

Respecto de quienes compran las prendas, lo claro es que deben ser personas que tengan una valoración por lo artístico y que busquen en la indumentaria un producto con mucho valor. Un collar, como pieza única, hecho en alpaca con tela tramada puede llegar a un costo de $70 mil, mientras que las poleras, sweaters, remerones tienen un costo de $25 mil en adelante dependiendo de todo su proceso.

Estos son los pequeños retazos que sobran en la confección y que luego se reutilizan en nuevos diseños, como el que se ve en el vestido blanco.

Estos son los pequeños retazos que sobran en la confección y que luego se reutilizan en nuevos diseños, como el que se ve en el vestido blanco.

Proceso creativo

Eileen hace sus diseños a mano, dibuja, ilustra. A ese proceso no es fácil ponerle palabras, pero dice que “la creatividad se despierta y la materialidad pasa a ser una excusa y un fin. Se puede trabajar con una tela o puede ser un papel o lo que sea. También es una necesidad, porque uno busca una forma de vivir de lo que te gusta hacer. Algunas cosas me despiertan sensibilidades y siento que a través de lo textil lo puedo plasmar y eso me da una forma de vida. Y le pongo mucho esfuerzo también, porque es trabajo, hay que estar, hay que producir, hay que hacer fotos, hay que subir en redes”. Así es el camino de esta artista rosarina, que está firme en la convicción de ir hacia adelante buscando más futuro para sus creaciones cruzando el océano.

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