Fuente: BAE Negocios ~ “La pandemia nos agarró con todo hecho para la temporada de invierno. Teníamos mas de 100.000 prendas listas para entregar y se cerró todo, los clientes tuvieron que cerrar también. ”. Hernán Ebekian está a cargo de la empresa Laher, junto con su hermana Lara. Son fabricantes de indumentaria para bebés y niños que se comercializa con la marca Gepetto. Su fuerte está en el interior del país a donde llega el 70% de su producción que le permitió sortear el cierre fuerte en el AMBA. Pero igual se sintió y, como presidente de la Cámara Argentina de Indumentaria de Bebés y Niños (CAIByN) comenzó a buscar una salida para el sector. “Nos juntamos a charlar por zoom y decidimos ponernos a hacer algo todos juntos, para empezar a mover las fábricas”, contó.
De allí surgió la idea de fabricar camisolines hospitalarios. Ebekián se ocupó de la moldería, se calcularon los costos y se distribuyó entre la veintena de fabricantes que participaron de la iniciativa. “Desde el 15 de abril, hicimos de 1,5 millones de camisolines. Tuvimos que adaptar los robots de corte a la velocidad de la tela. Cortamos camisolines, botas, cofias y los distribuimos para la costura”, recuerda.
La planta de Laher está en Balvanera. El personal que podía, iba a trabajar caminando. Con la fabricación comenzaron a entrar en la licitaciones del Estado y luego ampliaron la producción para otros rubros que necesitaban productos, como los odontólogos cuando tuvieron permiso para abrir los consultorios.
“Trabajamos así hasta agosto, cuando el negocio se cayó por sí mismo porque aparecieron los ocasionales que se dedicaron a eso. Y en agosto, ya nos pusimos a fabricar para el verano”, explicó. El ecommerce estaba activo antes de la pandemia, ya que la empresa empezó con la venta online entre 2016 y 2017. En pandemia, el padre de Hernán y Lara e iniciador del negocio, Coki, dejó de ir a la fábrica por unos meses. En noviembre retomó el trabajo presencial más acotado.
Enseñanzas de pandemia
Durante tres meses tuvo asistencia para pagar salarios a través de los ATP y luego pidió un préstamo para salarios que se instrumentaron al 24% anual. “A los que nos fue bien, es porque teníamos una estructura que se podía mover, aceptar el cambio. Se dio con facilidad entre los empleados de mi empresa, que es muy horizontal y todo el tiempo está en crecimiento y adaptación. Nadie dijo ´es una locura fabricar camisolines´. Al contrario, vino la modelista, el cortador, un jefe de taller y nos pusimos a trabajar”, remarca. “Ya tenemos nuevos proyectos para trabajar con sublimación y nuevos estampados y queremos ampliar la venta mayorista y un sistema de pronta entrega”.
Ebekian explica que el producto que fabrica es también un activo buscado en esta época: “buena calidad y un precio accesible. También implementé el método Kaizen que me cambió el modelo que era tener telas al día. Armé un equipo que se puso el nuevo esquema al hombro. Gente con empuje. La situación tuvo final feliz”.