Fuente: La Nación ~ Las tradicionales marcas de jeans Wrangler y Lee cierran su planta de producción y se van del país. La noticia, anunciada el 6 de febrero de este año, no hizo más que subir el volumen de una alarma que ya sonaba hacía tiempo: el sector de la indumentaria tiene serios problemas para sostener el negocio en la Argentina, una realidad que se agrava aún más en el contexto actual de caída del consumo.
Los números del comienzo de año hablan por sí solos: las ventas de indumentaria en comercios minoristas de todo el país sufrieron una caída de 13,8% en febrero de 2019 en comparación con mismo mes de 2017, según el relevamiento realizado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). En los locales físicos, la reducción fue aún mayor, de 16,3%, mientras que en la modalidad online, se creció 1,3%.
Por su parte, las ventas en shoppings del Gran Buenos Aires cayeron 4,8% en diciembre de 2018, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). En supermercados hubo un leve,crecimiento de 1,8% interanual en diciembre para indumentaria, calzado y textiles para el hogar (que incluye toallas y sábanas).
Gustavo Martínez, gerente general de Taverniti, uno de los mayores fabricantes de jeans del país, dice que el sector hace tiempo que viene golpeado, pero hoy se suma la baja del consumo. «Porque hay otros problemas históricos, como carga impositiva, costos logísticos y litigiosidad laboral, pero todo eso se tapa si las ventas andan bien», explica el empresario.
Alejandro Pernas, dueño de la tradicional Sastrería González, comenta que está claro el panorama para todos, ya que el mercado interno se derrumbó. «Nuestra industria no es gran exportadora, lo que indica que el grueso de la producción es para consumo interno y, considerando que este está golpeado por la inflación y el aumento de tarifas, no es difícil imaginar el resultado», agrega el comerciante, que además es presidente de la Federación Argentina de la Industria de Indumentaria y Afines.
Según Pernas, los industriales que trabajan para sectores de menores recursos están más complicados que los que le apuntan a un segmento más alto, pero igualmente nadie se escapa de la trampa en la que cayó el sector. «El Indec publicó el uso de capacidad instalada y en el rubro textil e indumentaria estamos en el orden del 30%. Esto indica que tenemos en promedio el 70% de capacidad ociosa», destaca.
Las malas noticias no se terminan ahí. La alta tasa de interés aparece como otro gran problema para el sector, porque no solo dificulta la financiación de la empresa, sino que también hace más complicado financiar las propias ventas (ya que mucha de la ropa que se vende en el país se vende en 3, 6 o 12 cuotas). «Esto afecta directamente la rentabilidad, que ya venía cayendo», apunta Martínez.
La devaluación impacta también, porque la ropa tiene un componente dolarizado alto y eso no se puede trasladar a los precios. «Hay una necesidad muy grande del consumidor de descuentos y ofertas, y eso reduce el margen de ganancia. Las promociones fueron como una trampa en la que las empresas fueron entrando y de la que hoy no pueden salir, porque si no, no venden», señala Martínez.
La contracción de la demanda de ropa afecta negativamente a la industria nacional y eso ya se palpa en cifras: en enero, la caída de las cantidades fabricadas de indumentaria fue de 12,5% interanual, según el Indec. Al mismo tiempo, el eslabón textil (proveedor de su principal insumo) tuvo una caída en su producción de 27,9%.
Yeal Kim, presidente de la Fundación Pro Tejer, comenta que el problema fundamental es la falta de demanda, que proviene del hecho de que los consumidores perdieron poder adquisitivo. «El argentino gasta cada vez menos en alimentos y bebidas, así que imagínese en todo lo que es indumentaria. En este contexto, las marcas en lugar de seguir la tendencia de moda, tratan de reutilizar los remanentes de stock que les habían quedado. Todos están perdiendo plata», resume el directivo, que también es presidente de la textil Amesud.
Claudio Drescher, presidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria, empieza su explicación en una fase anterior a la actual crisis que vive el sector. Su visión es que en el primer período del actual gobierno (hasta abril de 2018) hubo ingenuidad en la administración del comercio exterior, que hizo que el país tuviera balanza comercial negativa y rojo en turismo. «¿Por qué nos afectó en particular a nosotros? Porque había un dólar subvaluado que permitía comprar fácilmente ropa en el exterior. Eso provocó una caída de la producción y la prueba está en que dos importantes empresas deportivas desmontaron sus talleres acá», dice.
Por otro lado, según Drescher, los empresarios del sector, que tenían gran confianza en que el nuevo proceso estaba en manos de un equipo proindustrial, ahora están preocupados. «En esta nueva etapa lo que desalienta es que no se ve que atravesar esta crisis sea el camino para estar mejor. No vemos un plan económico o un plan industrial que nos pueda ayudar. No se ve desde el sector preocupación por la industria», opina Drescher. «Sica [Dante, ministro de Producción y Trabajo] es un ministro con espíritu industrial, pero la macro lo supera», agrega.
Desde la Secretaría de Industria, en tanto, se destaca como algo positivo el logro de llevar a $12.000 el mínimo no imponible para las cargas patronales. «Esta medida beneficia de forma directa a 126.000 empleos formales distribuidos en 8000 empresas presentes en todas las provincias. Así, estamos bajando los costos laborales para que las pymes de indumentaria, textil, calzado y marroquinería puedan crecer», manifiestan desde esa cartera.
En el sector de la indumentaria, de todos modos, entienden que la medida oficial es apenas una gota en un desierto que no presenta ni un solo oasis en medio de caída del consumo, altas tasas para financiarse y suba de los costos de producción.