Seis diseñadoras demuestran que es posible minimizar o evitar el descarte textil

Fuente: La Nación ~ El concepto zero waste o residuo cero describe la intención de reducir el impacto negativo de la actividad humana en el planeta. Como filosofía alcanza tanto a los sistemas de producción como a los hábitos de consumo. La moldería sin desperdicios es uno de los recursos que adopta este movimiento en la moda, que en combinación con otras acciones como el reciclaje, busca redefinir un sistema cuestionado.

Del diseño bajó esta metodología y resultan prendas simples, elementales, que en su esencia remiten a las primeras formas que adoptó la vestimenta. La socióloga Susana Saulquin cita a la túnica como una de las prendas emblema del futuro. Y la pronosticadora de tendencias Li Edelkoort rescata al cuadrado, representado en el quimono, el poncho y el sari, como la forma ancestral que delineará los próximos años de un indumento que no hará distinción de género y buscará priorizar la comodidad.

La diseñadora Andrea Suárez, vestuarista y profesora fundacional de la carrera de Diseño de Indumentaria en la UBA, dicta clases desde los 90. Sus cursos experimentales sobre diseño de prendas sin moldería tienen una mirada antropológica y proveen herramientas técnicas para minimizar los desperdicios textiles. «Para estas prendas se trabaja con el textil como lo hicieron los pueblos originarios de todas las culturas. El inicio de este oficio como la conocemos hoy, con recortes y líneas curvas, se remonta a fines de la Edad Media y se consagró en el Renacimiento. Cuando la vestimenta concebida para la realeza fue adoptada por la burguesía, el sistema se instaló definitivamente. Desde entonces generamos descartes.

Se sabe que el desperdicio textil de la moldería tradicional es de entre el 15 y el 20%», señala la especialista, y destaca dos modos de construir prendas sin moldes. «Uno parte del textil como base, sin cortes. Las prendas se confeccionan a partir de un solo paño o la unión de varios, dependiendo de su tamaño. Antiguamente los telares eran angostos. Los de quimono medían entre 37 y 39 cm de ancho.

El otro toma la forma del cuerpo y sus medidas como esencia misma y juega a adaptar las telas copiando su forma. Su tratamiento es más plástico, similar al de la escultura, siendo que la moldería de cálculo se acerca más a la arquitectura», apunta. «En nuestro país, trabajar con el textil respetando su expresión es un saber ausente que se vincula con el origen de la carrera. La concepción del diseño como un proceso proyectual separado de su ejecución, favorece la producción de descartes, básicamente, por desconocimiento», concluye Suárez.

Los diseñadores argentinos que crean bajo premisas zero waste, combinan formas experimentales de moldería con técnicas de reciclaje, intervenciones textiles y tintes naturales, entre otras acciones.

Lucía Chaín

Su sistema de moldería sin descartes parte de observar las características propias de los tejidos. «Como la mayoría de las telas que utilizo proviene de una cooperativa, sus dimensiones varían en ancho. Mis siluetas son oversize, por lo que la moldería es bastante amplia. La adapto según la dimensión del material que vaya a utilizar mediante cálculos matemáticos simples que me permiten abarcar todo el ancho y no generar residuos. De esta forma, una misma remera en un nuevo textil demanda un nuevo molde. A pesar de eso, siempre se generan descartes pequeños. Si decido no incluir los orillos -borde de la tela- en una prenda, los empleo para testear tintes naturales, realmente nada se desperdicia. Aplico el mismo criterio a todo: aprovechar la basura o
no generarla», explica.

Carla Andrea Escalera

«A pesar de reducir las curvas al mínimo, tengo sobrantes que uso en detalles, terminaciones y vivos; con tintes naturales unifico los colores. Lo que no puedo reutilizar -por lo general piezas geométricas muy pequeñas- se las cedo a mi hermano, Gonzalo Escalera, que es artista plástico y trabaja con materiales descartados. Sigo investigando, trabajar de este modo significó amigarme con la costura», dice Escalera.

Juliana García Bello

Lleva adelante un proyecto sustentable con su abuela Dorita Duba, que busca poner el valor textiles y prendas olvidadas. Juntas idearon un sistema de reciclaje de prendas: «Es una serie de moldes inspirados en la moldería tradicional, que sirve de base para la actualización de prendas existentes. Establecemos ejes en las tipologías más difundidas, sobre los cuales apoyamos las piezas a renovar. Los recortes normalizados, como el canesú de una camisa, sirven de guía para la deconstrucción. Los baches se pueden completar con otra tela, como un algodón biodegradable, tratando de minimizar los
recortes. Mediante recursos constructivos como elásticos, frunces o cintas, la prenda se termina de ajustar al cuerpo. Así logramos no desperdiciar tela», señala.

Anabela Oviedo

Prioriza las telas de producción local y combina remanentes de bambú y tencel con algodones crudos de la cooperativa Inimbo, denim sin procesar o un algodón orgánico sembrado en pequeñas cantidades. Vale mencionar que la diseñadora adquirió un profundo conocimiento de las materias primas regionales como co-creadora de la marca deportiva Fluxus que lideró hasta el año 2017. «Cada material es un disparador. También aprovechamos descartes plásticos en intervenciones experimentales, como los estampados por termofusión», agrega.

«Los retazos que nos quedan se donan a un centro comunitario para la elaboración de collares, pequeñas alfombras o posavasos que procuran un ingreso económico». También, con el colectivo Entretejidas que formamos con Emilia Velasco y Luján Signoris, los empleamos en una instalación artística que exhibimos en la Bienal Internacional de Escultura de Resistencia. Somos un grupo de mujeres que trabajamos juntas, con la convicción de que una moda más ética es posible», afirma la creadora de la marca que en Buenos Aires se consigue en Tienda Ina Ini – Perchero Federal, Galería del Liceo.

Quier

La marca también le encuentra destino a los descartes dentro de su proceso productivo circular. «Por un lado, desarrollamos un textil acolchado cuyo relleno está resuelto en gran medida con recortes. Por el otro, creamos un textil nuevo a partir de retazos que es industrializable, sin costuras y reversible. De requerirse, puede ser impermeable,transparente o elastizado», agrega.

Daniela Sartori

«Siempre tengo en cuenta el ancho del tejido para que las piezas puedan acomodarse con un mayor rendimiento. Para aprovecharlo al máximo hago despieces, trazos, cortes, uniendo partes y pegatinas para lograr la pureza de la forma con la menor cantidad de recortes posible. Son prendas atemporales, únicas, durables en el tiempo en un sentido material y estético. Es un camino muy difícil y perseverancia pura, pero es con lo que mejor me siento», concluye.

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