Santiago Artemis: «La frivolidad que tengo no le gana nunca a la humanidad «

Fuente: La Nación ~ En tiempo récord, Santiago Artemis se convirtió en el niño terrible (y mimado) de la moda en la Argentina. Excéntrico, ocurrente, apasionado, el diseñador patagónico, que nació en 1992 en Ushuaia, fue y es elegido por celebridades locales como Pampita y Nicole Neumann, y estrellas internacionales como Katy Perry, Tyra Banks y su amada Xuxa para lucir sus creaciones. Este mes, Artemis volvió a ser noticia por la publicación de Artemis. El chico del fin del mundo. Todo lo que hice para ser yo (Ediciones B), una autobiografía que retoma sus años de infancia como chico gay, mormón y solitario, que se pasaba horas dibujando modelos inspirados en actrices y cantantes que aparecían en programas de su primera gran maestra: la televisión. Además del libro, Netflix comunicó que a partir del martes próximo se emitirá No hay tiempo para la vergüenza, la serie-reality protagonizada por el diseñador millennial de alta costura, con cameos de algunas de sus clientas más famosas, como Ángela Torres, Pampita, Xuxa y Oriana Sabatini. Artemis recibe a LA NACION en Pehuén, una consultora textil ubicada en Palermo, donde montó su atelier. Divo y todo, prepara las últimas tres materias para recibirse de diseñador de indumentaria en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA.

-¿Cómo surgió la idea del libro?

-Nació cuando me di cuenta de que tenía muchas situaciones interesantes en mi vida para narrar. Al haberme convertido en diseñador, sentí que era como un Salvador Dalí. Dalí es conocido por su bigote, por su cara, por su personaje y, a la vez, por su obra. Yo era eso. La palabra «personaje» es complicada, porque tiene una connotación medio negativa. Mejor, yo diría, como en inglés, persona, have a persona. Mi persona se fue conformando de manera muy orgánica. Fueron cosas que fueron llegando a mí, por hacer el verso de manera muy honesta, que era mi forma de ser, de hablar, de manejarme, mis gesticulaciones, mi voz, mi ímpetu, mi modo de hablar en inglés, mi histrionismo, mi exageración, mi romanticismo para hablar, para seducir. Por todo eso, la gente fue dándome oportunidades en el camino. A mí me suelen decir: «Ay, vos porque tenés contactos». Les contesto que yo vengo de Ushuaia, soy la persona que menos contactos conoció en su vida. Es más, hubo mucha resistencia al principio conmigo.

-¿En qué sentido?

-Ahora siento que no pasa más eso, pero eran muy agresivas las no ganas de conocerme de muchas personas. Percibía que ellos, colegas, periodistas, estilistas, productores, editores, pensaban que yo era una especie de amenaza. Simplemente no les di bola. Siempre estuve muy adentro, muy en mi nave espacial. Cuando notaba el esnobismo de las personas, o la resistencia, miraba para adelante. Y ahora que recuerdo esos momentos, me alegro, porque si hubiese estado enfocado en eso, lo hubiera pasado remal. Ahora pienso: «¡Cómo me hicieron bullying ese día, cómo me cerraron la puerta en ese momento!».

-¿Cuándo apareció el deseo de ser diseñador de moda?

-De muy chico. Me pasó que, aunque ya era un diseñador, porque de forma nata dibujaba figuras, vestidos, mujeres, chicas, muy de chico, recién cuando fue el momento de elegir la carrera me dije que iba a ser diseñador. Vivía muy en el momento.

-¿Nunca pensaste en ser dibujante o pintor?

-Una vez pensé en ser dibujante. Pero para ser dibujante tenía que estudiar dibujo, y yo ya era más mi forma de ser. A veces pienso que mi mejor creación es mi identidad. Es decir, los vestidos, el diseño, mi estética y mi buen gusto son ingredientes fundamentales de algo que puse adentro de una licuadora, que es la personalidad. Porque siento que también puedo ser actor, puedo ser comediante, muchas cosas, pero la sociedad y la gente te frenan, si pensás en ser más de tres cosas sos muy ambicioso y no está bueno. Ahora que veo esto que está pasando, me doy cuenta de que puedo ser un autor literario, puedo ser un motivational speaker para los chicos que no lo están pasando bien, un diseñador de indumentaria, un performer, un empresario. El cielo es el límite. Si sinceramente tenés el talento, podés hacerlo. Y el talento te lo da la gente, yo no voy por la vida diciendo que soy talentoso.

-¿El contacto con los demás te permite crear?

-Sí. La frivolidad que tengo no le gana nunca a la humanidad. Yo soy rediva, lentes, tapado de piel, lo que vos quieras, pero me piden una foto, y soy la persona más cálida del mundo. Soy como Xuxa en ese sentido, me piden un abrazo y se lo doy, quieren una foto y me saco la foto, charlo con las personas. En Brasil me encontraba filmando la serie, y había fans argentinos que me saludaban, y charlaba un rato con ellos. Mi amigo me preguntó: «¿Pero vos las conocés a estas personas?». I’m just a friendly person, soy como un Judy Garland.

-¿Te gustó lo que viste de la serie de Netflix?

-El 19 de noviembre se estrena. En inglés se llama No Time for Shame. Ya está subida en Netflix US, mis amigos de España ya vieron el tráiler. Y soy el protagonista, es mi vida, mi universo, el universo Artemis. Aparecen mis clientas, amigos, novios, exnovios. Es como una gran película. Son seis episodios y por ahora es una sola temporada. Es muy linda, tenés que verla. Es el primer reality show de un argentino en Netflix. Por eso digo que me hago cargo del título, de esa onda medio Dalí, de que puedo aceptarme a mí mismo siendo un diseñador y a la vez un personaje.

-¿Cómo superaste los obstáculos en tu vida?

-Los prejuicios en Ushuaia, la religión, los trastornos alimentarios. Yo tengo una cosa que cuando me meto en un quilombo, salgo rápido. Siempre fue así, no sé por qué. Todos me dicen: «Vos tenés cualquier mambo y salís al toque». Me acuerdo de que en esa época era muy de control y de rendirle culto al cuerpo, tenía una obsesión con cuidarme. Era realmente eso, no era más que querer cuidarme, protegerme, pero después se convirtió en un trastorno. Era muy chico, estaba muy solo y a la vez muy acompañado. Tenía novio, era independiente, pero tenía un vacío, y eso era lo que me llevaba a la obsesión con el cuerpo.

-¿Tu familia leyó el libro?

-No, se van a enterar de cosas cuando lo lean. Yo soy reshocker total, absoluto. Mi familia todavía no lo leyó. Mi mamá se puso un poco sensible, porque dijo: «Hablaste de mi vida», y le dije: «Mamá, yo vengo de algún lugar. A ver, conozco tu vida, fuiste una mujer muy dominada por un hombre, ¿qué querés que diga, que mienta?». Creo que van a leer el libro. Sería ilógico que no lo hicieran. Ahora me dejás pensando en mis tíos, mis primas, mi abuela. Bueno, que se enteren.

-¿Las conquistas sociales de la comunidad LGBT allanaron el camino en algunos aspectos?

-Sí. Soy una persona muy agradecida. Si bien todavía no me animo a decir que soy una persona que lucha por la igualdad, que lleva la bandera, sé que va a llegar un momento en que voy a tener que hacerlo porque hay que devolver. Practicar la gratitud es fundamental. Y sería muy irresponsable de mi parte estar en esta posición y no hacer valer el lugar que tengo. Y lo hacés valer devolviendo, dando un servicio. Más allá de mis servicios como diseñador, como artista, quiero ayudar y darle la mano a un chico que también pasó por lo mismo. No hacerlo o no darle bola al tema es un poco irresponsable.

-¿Dirías que ya alcanzaste un estilo?

-Sí, total. Mi estética es teatral, dramática, muy romántica. ¿Qué es el romanticismo? Es cuando hacés un dramatismo de las cosas. El romanticismo es ser amanerado en absolutamente todo. Lloro con drama, grito con drama, hablo con drama, actúo con drama. Todo es una exageración. Es poético, es camp, es kitsch, es medio border, medio punk, medio anti, porque hay que andar en tacos. Soy antisistema, porque rompo con roles de género, con estas cosas de rótulos, de estigmatizaciones. No dejo de ser varón por tener una minifalda o una bucanera. Y es un camino raro, porque no ha sido transitado todavía. Por eso es extraño, porque no se vio todavía. No soy travesti, no soy trans, no soy heterosexual, no soy gay convencional. Soy un gay más disruptivo.

-¿Qué te piden tus clientas?

-Soy como un psicólogo. Me encanta. Tengo un trato con ellas, somos reamigos. Me llevo mejor con las mujeres que con los gays. Las chicas son las aliadas, siempre. Los gays compiten con otros gays. Infumables. No los banco más ( risas). No todos, no voy a generalizar. Pero llegás a un grupo de gays y están todos histéricos, compiten, se ponen nerviosos, ven que soy Artemis y se ponen a murmurar. Las minas son más relajadas, son mejores. No soy de ponderar un género, pero las mujeres, para mí, tienen más habilidades que los varones. Realmente las admiro. Son más prolijas, más dedicadas. Las mujeres nunca me preguntaban «¿Sos gay?» cuando era chico. El gay lo negaba, el hétero se burlaba, la mujer te acompañaba. En cuanto a las clientas, me piden que las acompañe y también que haga una creación para ellas. Porque la experiencia conmigo no es solamente el vestido, es el vestido y también quieren que esté con ellas, quieren consejos, quieren esa infusión de amor y de autoestima.

-¿Cómo ves la moda en la Argentina?

-Es un embole. Hay muy poca gente que se anima a hacer cosas locas, muy pocas clientas que les guste sentirse diferentes. Creo que es por miedo. Acá la mirada está puesta en el otro, y por eso no existe la individualidad. La expresión personal no existe mucho acá. No está mal ni bien, es una forma de país. De acá me gusta mucho Adrián Brown, porque es muy refinado, muy romántico, tiene una onda parecida a la mía, es muy aseñorado para vestir. Acá hay que ser medio sexy para vender la ropa de chicas, con escotes, espaldas, cortos. No podés hacer algo victoriano porque no se vende. Cuando arranqué, era reteatral; después tuve que ir haciéndolo sexy para vender. No quiero esa imagen y la estoy dando, porque, justamente, quiero vender, y tengo que cortar el largo modular, tengo que poner escote, espalda, sacar las mangas. Las argentinas no quieren mangas, quieren algo sexy.

-¿Para quién te gustaría diseñar vestidos?

-Para Susana Giménez. La amo. A la Rosella della Giovampaola la voy a vestir muy pronto, vino a mi desfile. Va a suceder, pero tengo que sentarme y llamarla. Cuando quiero algo, voy y lo busco; generalmente, los mejores hits que tuve fueron buscados por mí.

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