PUNTA DEL ESTE.- Campo uruguayo. «Estamos detrás de La Barra», especifica la anfitriona. Valeria Mazza acaba de llegar de un almuerzo en José Ignacio y pide unos minutos para cambiarse. Invita a una caminata por el amplio parque, que incluye una laguna artificial. «Cuando vinimos acá, todo estaba pelado. La mayor parte de lo verde que ves lo plantamos nosotros». Aunque su casa está a unos cinco kilómetros de la playa asegura que le encanta acercarse al mar cuando el clima lo permite. «No pasamos aquí mucho tiempo; llegamos a estar un mes o un mes y medio en todo el año. Pero los momentos en los que estamos acá somos muy felices». Muestra con orgullo las distintas especies que plantaron (hasta hay viñedos) y le dedica un párrafo a la imprevista fauna que habita su chacra. «Convivimos aquí -detalla- con un montón de animales. Tenemos carpinchos, lagartos de tamaño interesante y hasta zorrinos que de vez en cuando nos dejan su olor».
A continuación, parte de la entrevista con Valeria Mazza que se vio anoche en Hablemos de otra cosa.
-¿Por qué elegís Punta del Este?
-Para mí lo bueno es que tiene para todos los gustos: playa, campo, una vida muy hot, sociable, fiestas, noche. O una vida supertranquila. Nosotros vamos intercalando y haciendo un poco de todo lo que nos brinda Punta del Este.
-¿Qué te acordás de tus veranos más antiguos?
-Tenía cuatro años cuando nos mudamos a Paraná y allí es donde tengo todos los recuerdos de mi infancia y adolescencia. Mi padre trabajaba en turismo. Nosotros viajábamos muy poco en verano. Mis veranos eran ir al club y la playa. Yo me crié en el río. Desde los seis años que nadaba. Y entrenaba todos los días. Almorzábamos, dormíamos la siesta y a la tarde íbamos al club. Mi hermana Carolina, dos años mayor que yo, jugaba al tenis. Así se pasaba la vida. Una vida felicísima. Llena de amigos, muy tranquila.
-¿Querías estudiar terapia ocupacional?
-Yo quería trabajar con personas con discapacidad, ser maestra, trabajar con chicos. Siempre me gustaron los chicos [tiene cuatro hijos]. Así que pensaba que iba a hacer algo al respecto. Después empecé a pensar en psicología, me gustaba mucho. Cuando tenía trece años participé como voluntaria de unas olimpíadas especiales, que brindan entrenamiento y competencia deportiva para personas con discapacidad intelectual. Para mí fue un antes y un después. Eso realmente marcó mi vida.
-¿Por qué surgió entonces ser modelo?
-Porque mi hermana mayor ya había hecho algunos desfiles en Paraná. Después me empezaron a ofrecer a mí. Pero no era un trabajo. Era una diversión, de vez en cuando. Éramos un grupito de chicas que hacíamos cinco o seis desfiles por temporada. Y una vez hice un desfile que se llamaba el Desfile de las Estrellas.
-Y ahí apareció Roberto Giordano.
-Claro, en el Desfile de las Estrellas había invitados de Buenos Aires. Y entre ellos estaban Roberto Giordano, Mirtha Legrand, el Lole Reutemann.
-¿Siempre fuiste alta?
-Siempre. Desde los 13 que mido como ahora: 1,78 . Y eso para mí en ese momento era un sufrimiento.
-No te sacaban a bailar.
-¡Nunca! Planchaba siempre. Y tengo mis fotos de cumpleaños de quince, donde se me ve más alta que los chicos. Yo en el colegio siempre me sentaba en la última fila, formaba atrás.
-¿Qué edad tenías cuando viniste a Buenos Aires?
-Tenía dieciséis años. Carolina Pelleritti, que ya era modelo top, nos presenta con Alejandro.
-Alejandro Gravier, que después fue tu marido.
-Me lleva diez años. Y en un principio yo decía: «No, no, es un viejo. Es muy grande para mí». Yo tenía dieciocho.
-Pero ¿quién es el maduro de la pareja?
-Los dos. Nos complementamos muy bien. Y formamos un buen equipo. Entre de novios y casados, ya hace treinta años que estamos juntos. Siempre me cuidó y la estrategia la hacíamos juntos. Yo pongo la cara y él organiza por atrás. Pero lo más importante de Alejandro es que logro la estabilidad emocional con él.
-¿Cuándo empezaste a venir a Punta del Este?
-En el verano de 1989-1990. Cuando terminé el cole. Soy egresada del año 1989 y ese fue el primer verano que vengo con Pancho Dotto. Vivíamos en un departamento en Roosevelt, con dos modelos más, Pancho, el novio de una de las modelos, que era tremendo.
-Después Dotto se expandió y tenía una finca entre La Barra y José Ignacio.
-Fue el único verano que yo viví ahí. No conocía Punta del Este. Nunca había estado. Después empecé a venir con Alejandro, con amigos. Pancho armaba su circo porque era el momento de presentación de todas sus chicas. No existía la comunicación como hoy. Ahora, a través de redes sociales, si querés no necesitás ni siquiera agencia. Todo va a través de las redes. En ese momento tenías que armar circo para exponerte y que las revistas te publicaran una foto. Y había que producir todo un poco más.
-Dotto fue el armador de esa selección de chicas de los noventa. Y con el paso del tiempo hubo fricciones o él dijo cosas. ¿Por qué?
-Yo no sé por qué. Si me preguntás qué me pasa a mí, me duele, porque en mi historia siempre aparece Pancho. Y lo cuento con mucho respeto y cariño. Me sorprende y me duele terriblemente que salga a hablar mal sin antes tomarse el trabajo de llamar por teléfono. Yo no tengo necesidad de hacer públicas las cosas privadas. A no ser que esté buscando algo más.
-¿Qué reclama?
-No sé cuál es el reclamo, no entiendo qué le pasa ni por qué está ofendido. A mí no tiene absolutamente nada que reclamarme. A no ser que le duela que hoy no tengamos una amistad como teníamos en su momento. Que haya algo más emocional y sentimental. En el tema laboral, no hay reclamo. Todas las que estábamos con Pancho en algún momento nos fuimos.
-No por pelea, sino por simple evolución natural.
-Exacto. Él tenía un ojo clínico para decir quién podía trabajar y quién no. Quién tenía futuro en el mundo de la moda. Un ojo clínico fantástico. Pero después evidentemente nosotras crecíamos a tal punto que necesitábamos otra cosa.
-Cuando vos irrumpís empieza a cambiar el negocio de la moda, los desfiles se vuelven más show.
-Creo que en los noventa las modelos se pusieron de moda. Gianni Versace fue un diseñador que impulsó mucho el fenómeno de las supermodelos.
-La moda se convirtió en otra cosa.
-Es que la mujer ocupaba otro rol en la sociedad. Antes la moda era un servicio a la mujer que estaba en la casa. Consumía o soñaba con lo que veía en una revista y después podía reproducirlo porque se suponía que las mujeres cosían, cortaban, bordaban, tejían.
-Las modelos, que eran mudas, empezaron a hablar.
-Empezó a tomar personalidad o a mostrarla. Es en los noventa: ya no solamente en la pasarela, sino que las modelos llegan al cine, a la televisión, empiezan a ocupar otros espacios.
-Vos agarraste la ola inicial.
-Agarré la ola, exactamente. Y a mí se me abrieron un montón de puertas. No hablaba inglés cuando viajé la primera vez. Me acuerdo de estar en un casting en Italia y me decían: «Karina, Karina». Y yo decía: «Karina no, Valeria». Pero carina quiere decir «linda» en italiano. Y hoy hablo italiano aunque nunca estudié. Lo mismo el inglés. Hablaba lo básico. Fui creciendo, a los golpes. Pero siempre con mucho entusiasmo. Aprendí a surfear de chica, un poco porque la mayor parte de mi carrera la hice en el exterior.
-Vos dijiste una frase que es muy interesante: «No vale la pena enfermarse para entrar en un vestido». Y hay luchas denodadas por entrar en un vestido. No sé si ahora eso aflojó un poco.
-En la moda, cuando vos llegás a hacer un desfile en Milán, París, Nueva York, tenés que entrar en el vestido o no hacés el desfile. Supongo que es como el boxeador antes de la pelea, que se sube a la balanza y que tiene que pesar lo que tiene que pesar. Un deportista en la pretemporada se pone en forma. Lo mismo un bailarín. Una modelo cuando empieza la época de desfiles se tiene que poner a punto.
-¿Qué hacer con los patrones hegemónicos de belleza?
-Hoy no hay tanto estereotipo. Una cosa es la modelo que se quiere dedicar a esto. Y otra son las mujeres que consumen moda, que nos gusta vernos bien. Te diría que lo tenés que ver desde el lugar saludable, de que todo lo que consumo influye en mi físico, en mi bienestar, en mi piel. Entonces me empiezo a cuidar ya, porque quiero estar sana. Hay que comer sano, tener actividad física.
-Los nuevos paradigmas de género, de igualdad de la mujer, ¿qué nuevos desafíos plantean a tu profesión?
-No existe más el 90-60-90, y la mujer ocupa en la sociedad un lugar completamente distinto que veinte, cincuenta o cien años atrás. Hoy la moda habla para todos y todas.