Que la nueva moda sea eso: nueva

Fuente: La Nación ~ Tras meses bajo la sombra del Covid-19, desde la burbuja de la moda se han hecho escuchar voces a las que el futuro inquieta. Dos propuestas curiosamente similares, una carta y una declaración programática, fueron emitidas, la primera el martes 12, la otra el jueves 14 de mayo, por dos grupos distintos de figuras del diseño y empresarios de marcas y de tiendas del norte del planeta.

Hacía falta que la industria de la moda se manifestara sobre la colosal crisis en curso. Siempre que la intención fuera la de proyectarse hacia el mañana más equitativo, cortés y placentero que buena parte de la gente parece desear. Pero tras la lectura de ambas proclamas, considero que quienes las firman han perdido una excelente ocasión de ahorrar la tinta de sus lapiceras. Si bien la crisis global es, inevitablemente, mencionada en ambos boletines, lo que los estructura y justifica es la ansiedad de las empresas, tanto corporativas como independientes, por verse garantizados mayores y más sólidos beneficios económicos en el corto y largo plazo. Punto.

Los textos proclamen la necesidad de un cambio fundamental (que se reduce a reformas de calendario y de formatos) y del deseo de hacer sus empresas más sostenibles y atentas a lo social y a lo ambiental -algo que gran parte de ellas no es ni siquiera mínimamente. Las 64 firmas iniciales del grupo Rewiring Fashion parecerían tener por objetivo una renovación integral de las conexiones entre la industria, el comercio y la clientela. Marketing puro.

Detrás de la prosa que exalta la belleza y la imaginación, lo que en verdad cuenta son dos fechas comerciales decisivas: la de la entrega de la mercadería a las tiendas y la de la temporada de descuentos, que se propone sincronizar con las estaciones del calendario real (de agosto a enero y de febrero a julio) en lugar del desfasaje actual que ofrece rebajas cuando las prendas de estación llevan apenas un mes en vidriera. Reclamos sectoriales, comprensibles sin duda desde una perspectiva comercial, pero que están a años luz de confrontar las verdaderas grandes fallas del sistema. Al contrario, por el mero hecho de presentar sus proposiciones de reforma, este grupo de profesionales demuestra su respeto y adhesión hacia el orden vigente antes de la pandemia, del que anticipa, alegremente, el restablecimiento.

Afirmar, como lo hacen, su preocupación por el impacto que los modos de producción y venta de la moda tiene sobre el planeta y encontrar la solución en un reacomodamiento temporal de ese mismo ciclo, sin cuestionar la lógica de ganancia máxima que lo mantiene y consolida es un claro ejemplo de concepto al que le falta cocción -¿o buena fe?

Las dos propuestas militan también por el reciclaje en formato digital de los desfiles de colecciones que, nunca es tarde, descubren como el gran derroche que son, con sus tandas de eventos paralelos y los desplazamientos intercontinentales masivos de periodistas y clientes minoristas y particulares. Pero no es loco prever que la conversión a súper-evento-video de lo que básicamente es una procesión de gente de algún modo atractiva luciendo ropa en principio interesante no se convierta en un carrusel de celebridades disfrazadas, la gala del Met llevada a sus últimas consecuencias. Asusta sólo pensarlo.

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