La experiencia de un empresario textil argentino en el norte de Italia en tiempos de coronavirus

Fuente: Clarín ~ Guillermo Gallia, que se mudó por trabajo de la Patagonia a una hora de Milán, relata su experiencia en cuarentena, analiza el negocio y dice: Le avisé a mi familia en Argentina lo que se venía

Pocas veces se pudo predecir el futuro con tanta certeza como lo fue con la propagación del coronavirus. Como una fila de dominó que arrancó con la caída de la primera pieza en Wuham, China, en diciembre de 2019 (donde el 8 de abril se levantaría la cuarentena en la que están desde el 23 de enero), las fichas fueron cayendo y primero fue Irán, después Alemania, Italia, Francia, ahora España, Estados Unidos, y así…

“Cuando acá empezamos a ver que el virus se expandía tanto le avisé a mis amigos y familiares de Argentina lo que les iba a llegar indefectiblemente, hoy estamos muy preocupados a todo nivel, personal y empresarial, porque no sé cuánto más podremos aguantar con las fábricas cerradas, pero no hay otros caminos”. En pocas líneas, así resumió Guillermo Gallia, un argentino vinculado al negocio lanero y textil que vive en el norte de Italia, a pocos kilómetros de las zonas más complicadas de Italia.

La irradiación voraz del virus en Italia fue la que hizo saltar todas las alarmas del mundo y empujó a la Organización Mundial de la Salud para decretar que se trata de una pandemia. Dicen que el primer foco fue en Bérgamo, en el norte de Italia. A 130 kilómetros de allí, desde agosto de 2019, por trabajo, está Guillermo Gallia y su familia (mujer, hijo, más su suegra que había ido de visita y quedó anclada por el cierre de fronteras aquí y allí).

Gallia es tercera generación de textiles. Con base en la Patagonia argentina, los Gallia llevan adelante la empresa Fuhrmann que produce y peina lana en Chubut y administra campos en Santa Cruz. Actualmente administran un rodeo de 130.500 ovinos y producen medio millón de kilos de lana sucia con una media de 20,5 micras (bien fina).

Forman parte del Grupo Schneider, que tiene cuatro peinadurías en el mundo (Italia -Verrone, cerca de Biella, donde está Gallia ahora-, la Argentina -en Trelew-, China y Egipto). Además de dos plantas de cashmire en Mongolia e Irán.

“Nadie creía que esto podía pasar”, aseguró Gallia. Y agregó: “Lo que tiene Italia es que al principio, cada provincia tomó sus decisiones, y esa descoordinación quizás fue lo que hizo que la gente siguiera transitando y el virus se expandiera más aún, después, cuando todo se centralizó y nacionalizó, como se hizo bien en Argentina desde un primer momento, ya era tarde”.

En donde está Gallia el brote inicial no fue fuerte pero además, “se tomaron medidas bastante agresivas desde el primer momento”. Se cree que el virus ingresó a Italia vía Alemania. Donde está Gallia, entre Milán y Torino, a una hora de cada uno, es zona naranja, porque no hubo muchos casos.

“Mi hijo hace más de un mes que no tiene clases, no sale a la calle, nosotros salimos una vez por semana para hacer compras, y yo hace tres semanas que trabajo de manera remota”, contó Gallia. Atrás, se escuchaba el parloteo de su pequeño hijo jugando. “Esto me pasa siempre y nos pasa todo el tiempo con los que hablo”, se rió.

Lo cierto es que las fábricas están frenadas. “La de China, si bien está lejos de la zona más complicada de contagios cerró en enero, y a fines de febrero abrió de nuevo, las de Italia y Argentina están cerradas desde mediados de marzo y la de Egipto está aún funcionando”, repasó Gallia.

Todo lo que son inversiones y gastos no esenciales están suspendidos. Pero temen por cómo puede seguir todo: “Imaginate que tener paradas las fábricas con toda la capacidad instalada por un mes es muy preocupante”. Y agregó: “Hoy, todo está frenado, incluso tenemos envíos que están en las fronteras, y no quiero imaginar los costos que tendrá esa mercadería varada”.

Números grises

Consultado por si el contacto con sus colegas que están en la planta de China les había dado algún indicio para anticiparse (la planta está en Sanya Gang, a 1.800 kilómetros del epicentro en Wuhan), Gallia dijo que no mucho. “Primero que los números de China son dudosos, pero además, se lo veía como muy lejano, improbable, los riesgos no se veían como reales, hasta que explotaron, y los hospitales se empezaron a quedar sin respiradores ni capacidad operativa”, contó.

Ahí sí sobreviene el miedo. Al menos el respeto por un virus que en Italia se llegó a llevar casi 1.000 muertos y 4.400 contagios por día (al momento de la nota registraba 9.100 muertes totales y 70.000 contagiados). Si bien Italia fue durante varios días el país con más contagios y muertes (superando a China, después el pico estuvo en España), Gallia consideró que muchos casos quedan sin testear. “Sin ir más lejos, mi experiencia fue que tuve varios de los síntomas del Covid-19, por suerte sin dificultad respiratoria, pero no me hicieron el test, quizás lo tuve pero nunca lo sabremos, y esto les pasó a muchos”, dijo.

Negocio lanero

Cuando hay crisis, lo primero que deja de comprar la gente es ropa, y cuando hay reactivación es lo último que vuelve a comprar, por eso, las crisis en nuestro sector son extendidas”, resumió Gallia sobre cómo la están pasando desde fines del año 2019 y todo 2020 en el sector textil.

En el Grupo Schneider él es responsable de sustentabilidad, buscando replicar el trabajo que estaba haciendo la empresa de su familia en Argentina. Procesan una lana trazable, de producción sustentable, más apetecible y mejor pagada por la industria.

Después de los precios más altos de la historia en 2018 y parte de 2019, los precios cayeron a fines del año pasado y la última semana, producto del parate de compras por el coronavirus bajaron un 20%. “Nosotros estamos en la mitad de la cadena, porque nuestros compradores, las marcas, no quieren pagar caro, y los que venden, los productores, nosotros también producimos, no quieren convalidar esos precios bajos y se guardan la mercadería, es un momento difícil”, resumió Gallia.

Gallia contó que la lana tiene precios techo, porque “compite al final del día con otras fibras, entonces, los compradores no convalidan cualquier precio, a partir de cierto nivel, se vuelcan por otras fibras”.

En este contexto, las lanas de mejor calidad como las que se producen en Argentina, con certificaciones y en un contexto sustentable se pueden defender mejor.

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