Industria textil: cuánto cayeron la actividad y el empleo

La capacidad ociosa de la industria ronda el 70% y el nivel de actividad, según datos de la federación, cae «sostenidamente» desde hace 14 meses. En relación con junio de 2016 la baja de la actividad es de 25%. Y si se miran los datos de empleos y se considera la totalidad de la cadena (textil, confección, indumentaria y cuero y calzado) se observa que entre el tercer trimestre de 2015 y el tercer trimestre de 2018 la pérdida de puestos trepa a 16,1% (se trata de 26.200 empleos menos).

Desde la Federación, Denise Karagozlu plantea que la industria «no es improductiva ni poco competitiva como quieren hacer creer. El problema es que traer un contenedor desde China a la Argentina sale más barato que mover uno de La Rioja a Buenos Aires. La devaluación no equipara las condiciones porque los costos suben. La crisis trae años y la liberación de las importaciones nos terminó de complicar». Los costos de exportación de un container son un 15% más altos, en promedio, que los costos que hay en el mundo. Y son casi el doble de los que se pagan en el Chile, por citar un caso cercano.

El empresario textil Luciano Galfione insiste en que el sector está «tecnificado» y que «en su gran mayoría es clase mundial, con maquinarias de vanguardia». Señala que las empresas son «extremadamente» eficientes y productivas puertas adentro y que el problema está afuera». Menciona las cargas impositivas y los costos energéticos, de servicios y logísticos. «La cuestión es la no competitividad sistémica y eso se ve cuando una prenda hecha en China se vende en la Argentina cuatro veces más cara que en Milán; eso deja en claro que el problema está en otro lado y no en las fábricas».

Según el Reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, la Argentina está en el puesto 57 entre 140 países. En el componente «entorno macroeconómico» el país está 136º. Entre otros aspectos, el acceso al financiamiento es muy bajo: el crédito al sector privado no financiero apenas supera el 14% del PBI (el promedio mundial es 125%) y solo es prestado a empresas productivas el 6% del PBI. «Eso, sin mencionar que hay tasas que son imposibles», apunta Galfione.

En decenas de oportunidades los funcionarios indicaron que el sector debía «reconvertirse». Los industriales afirman que pese a todos los obstáculos siguieron invirtiendo. En 2018 las inversiones fueron por US$131,6 millones. La mayor parte se destina a máquinas de «terminación», seguidas por las de «tejeduría». Karagozlu y Galfione ironizan con respecto a que la reconversión más conveniente es convertirse en trader. «Llevamos años haciendo textiles, que nos digan a qué sector van a apuntalar y nos reorientamos; de 24 sectores a 21 les va mal en los últimos años», describe Galfione.

Yeal Kim, presidente de la organización ProTejer, indica que en los últimos 4 años «se cayeron muchas empresas con la consecuente pérdida de empleo» y que «seguir trabajando es cada vez más difícil». Explica que hoy más que la importación el problema es la falta de demanda: «Hasta los importadores tienen problemas; nunca hubo una política clara para el sector».

También Kim insiste en que el inconveniente no es la falta de inversión: «En 15 años destinamos unos US$3000 millones».

Entre 2014 y 2018 las importaciones del sector (excluyendo fibras) pasaron de 195.000 toneladas a 242.000 toneladas. La industria sostiene que la decisión de abrir importaciones para «domesticar» a los precios internos no tuvo el resultado esperado. «Todo sigue caro para el consumidor, pero sin producción», afirman desde la federación. En el desagregado, el ingreso de prendas de vestir aumentó 123,5% entre 2015 y 2018 y 71,4% en confecciones para el hogar. En cambio, los insumos industriales en el mismo lapso cayeron 8,8%.

En los años 90, con el dólar atrasado de los últimos años del menemismo, hubo una ola de compra de fábricas textiles por parte de empresas brasileñas. Muchas fueron las que pidieron abrir importaciones y en los últimos tiempos, por la crisis en su país de origen, empezaron a transferir producción a sus casas matrices. En los últimos meses Alpargatas se desprendió de su negocio textil en la Argentina; Coteminas dejó de fabricar sábanas; Karavell (alfombras), Textil 12 de Octubre (guardapolvos), Agrest, Sport Tech, La Mar, VF Corporation, Tecnosport e Hilados 1 cerraron.

Además, hay varias empresas con procedimientos preventivos de crisis abiertos. «La Argentina es un país algodonero y es lógico y coherente que tenga una industria textil que agregue valor a la materia prima -dice Karagozlu-. Estamos transitando exactamente el camino contrario».

Propuestas del sector

Los directivos de la FITA señalan que le acercaron propuestas al Gobierno, pero que muy pocas fueron tenidas en cuenta. A fines del año pasado se les permitió a las empresas de la cadena textil, indumentaria, calzado y marroquinería, utilizar el 100% del monto salarial no imponible para calcular el monto de las contribuciones patronales (la ley había previsto ir elevando en forma progresiva esa suba -eso rige en general para otros sectores de la economía- hasta llegar a la cifra total libre de esa carga en el año 2022. «Eso representó un alivio en materia de costos laborales no salariales, pero no alcanzó a cubrir la totalidad del personal ni resolvió los problemas estructurales», insisten.

Entre las iniciativas que impulsó la federación figuran el empuje de la demanda para dinamizar toda la cadena (con programas de consumo y compras públicas); la rebaja del costo energético; un financiamiento de capital de trabajo; el impulso a las exportaciones (con aumento de reintegros y baja de derechos de exportación) y la aplicación de un artículo del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) que habilita a los países en desarrollo a adoptar medidas temporales, para crear las condiciones que permitan un proceso de transformación de un sector.

También se planteó la simplificación de la estructura tributaria y la revisión de impuestos superpuestos, junto con la ampliación del alcance del monto salarial no alcanzado por las contribuciones patronales a la totalidad de los empleados.

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