Fuente: BAE ~ Tras la apertura importadora, la industria de indumentaria nacional se reconvirtió para fabricar barbijos en la pandemia y hoy resurge con inversiones en un polo productivo en Catamarca y La Rioja, e iniciativas como Acción Moda para vender prendas a precios accesibles y capear la inflación.
Apenas comenzaba a recuperarse de la apertura importadora reciente (2016-2019), la industria local de indumentaria, sufrió como pocas la parálisis económica impuesta por el Coronavirus. Sin embargo, el sector sabe de crisis y resiliencias, y con creatividad, inversiones y capacidad adaptativa, ha vuelto a reinventarse y más allá de recuperar los niveles de producción y ventas pre pandemia, se propone, desde Argentina, salir a vender Moda al mundo.
“La clave para sobrevivir es la versatilidad”, dice Hernán Ebekian, socio de la marca de ropa infantil Gepetto y titular de CAIBYN (Cámara de Indumentaria de Bebés y Niños). La firma fue creada por su padre en 1985 y atravesó sucesivas crisis sin dejar de producir localmente. Hoy sus prendas para bebés hasta pre-adolescentes se venden en dos locales propios, y más de 280 multimarca a lo largo del país.
A los pocos días de declararse la pandemia, la marca se agrupó con otros fabricantes de ropa infantil para comenzar a fabricar camisolines, delantales y botas para el personal de salud. Gracias a esta capacidad de reacción y adaptación, pudieron mantener el empleo y la actividad durante los meses de mayores restricciones. “Solo cobramos tres ATPs (el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción) de los ocho que ofreció el gobierno, y a fines de 2020 ya producíamos y vendíamos en los niveles previos al coronavirus”, destaca Ebekian.
De la competencia a la colaboración
Esa misma capacidad de agruparse y colaborar con competidores del rubro llevó a Gepetto a conformar junto con otras cuatro marcas de ropa, el primer Polo Productivo de Moda del Noroeste Argentino, inaugurado en septiembre de 2021.
Con una inversión inicial de $ 80 millones, la firma de la familia Ebekián, junto a Grisino, Jazmín Chebar. Billabong y Azzaro, montaron Indumentaria Catamarca, una planta de alta tecnología para producir en celdas, en lugar de líneas de producción. “Compartimos gastos fijos y maquinaria para fabricar en serie con alta eficiencia y calidad. Cada empresa tiene un módulo de producción, pero repartimos el trabajo para no tener capacidad ociosa», explica el titular de Gepetto.
«Cada módulo tiene 9 personas y 10 máquinas, con 4 máquinas que van rotando. Así la mercadería sale terminada, planchada, embolsada y con control de calidad. Aseguramos producción constante y en tiempo y forma».
Este es un cambio radical en la forma de producir ropa en el país, que habitualmente se hace tercerizando la confección en pequeños talleres. “Todo está dentro del marco colectivo de trabajo. Se paga por hora y no por prenda, y los gremios están a favor”, destaca el empresario textil.
El polo productivo ocupa las instalaciones de la ex fábrica de guardapolvos 12 de Octubre (que había cerrado sus puertas a comienzos de 2019), y emplea a unas 100 personas, un 30% de ellas ex trabajadores de la firma de guardapolvos. Con una inversión de $ 20 millones adicionales, “la idea es llegar a 120 empleados a fin de año y unos 200 para el año que viene”, adelanta Ebekián.
“Estamos capacitando a personas sin empleo o que trabajan con planes o en el sector público y nuestra idea es unirnos también para exportar, como ya lo hace desde hace años Jazmín Chebar, brindando una oferta complementaria de productos. La Argentina no puede competir por precio, pero sí por diseño y calidad, y en Catamarca y La Rioja se está impulsando la instalación de un polo productivo de moda con alto nivel internacional”, destacó el directivo de Caibyn.
Ajustar los márgenes para seguir vendiendo
Caer y volver a levantarse es parte de la cíclica historia de empresarios argentinos como Camilo Alan, titular de la marca de indumentaria deportiva DF Adventure. En sus inicios a mediados de los años 70, vendía ropa para bebés de la marca Circus, y luego comenzó a fabricar prendas con su propia marca. “Me fundí varias veces, con la hiperinflación de fin de los 80, con la crisis de 2001, en la última apertura importadora tuve que cerrar tres locales, pero Argentina siempre te da revancha y me volví a armar”, asegura.
Hoy, la que era su fábrica sobre la calle Aguirre al 640 en el barrio porteño de Villa Crespo, es un inmenso local donde vende ropa y calzado deportivo, trabajando de lunes a lunes. “En la pandemia nos pusimos a fabricar barbijos y camisolines, y desde Fecoba (la Federación de Comercio de Buenos Aires), le pedíamos al gobierno porteño abrir aunque sea dos horas por día. Ahora estamos con actividad plena y buenas ventas. Tuvimos un día del Padre excelente y mucho turismo de países vecinos que nos viene a comprar”, afirma.
“El secreto es tener buenos precios. Yo confecciono prendas y calzado que otras marcas venden más caro. Si quiero ganar mucho no vendo. Entonces prefiero ganar poco y mover el negocio, porque eso también genera empleo. Hoy estamos buscando empleados y no es fácil conseguir gente capacitada”, confiesa.
Alan también coincide en la necesidad de transformarse y adaptarse a los tiempos. “Hay que vender lo que la gente pide. Hoy se usa más la ropa deportiva, ya nadie anda de traje y corbata. En la pandemia vendíamos barbijos y lana para tejer, porque la gente estaba en casa y tejía, hoy no se vende lana, hay que vender el pullover”, grafica.
Quiero visitar la tienda no tengo la dirección, me la podrías enviar muchas gracias.
Hola podrían pasarme dirección, graciass!!!