Algodón: la demanda mundial exige prácticas sustentables

Fuente: La Nación ~ Países como Brasil se están sumando a esta tendencia para ganar mercados; en la Argentina hay algunas iniciativas en marcha, pero se requiere de un mayor esfuerzo y coordinación de la cadena productiva.

El Better Cotton Standard System (BCSS) es un enfoque holístico para la producción sostenible de algodón que cubre los tres pilares de la sostenibilidad: ambientales, sociales y económicas.

Los principios y criterios de Better Cotton Initiative (BCI) son un componente crítico del BCSS. Este estándar basado en la buena práctica agrícola, forma la definición global de la Iniciativa para un Mejor Algodón. Al adherirse a estos principios, los agricultores producen algodón de una manera medible y objetiva, produciendo una mejora al ambiente y sus comunidades agrícolas.

Los principios y criterios proporcionan reglas y orientaciones a los productores algodoneros, para poder certificar programas de BCI, que demuestran las metas alcanzadas y los medios de cómo alcanzar la tan buscada sostenibilidad social y ambiental.

BCI es un protocolo internacional específico para el cultivo de algodón, de carácter y aplicación mundial, dónde sus principales bases son: transparencia (impositiva y mercado), trazabilidad (trabajo y tierra registrados) y protección (recursos naturales y sociedad).

Algunos países productores y exportadores de primera línea, como Brasil lo han adoptado como mecanismo de ordenamiento interno en temas de sustentabilidad y posicionamiento internacional para consolidar estrategias de marketing. Actualmente este país (cuarto productor mundial de fibra de algodón, después de India, China y Estados Unidos), posee el 80% de su producción certificada bajo criterios de mejor algodón (BCI).

Brasil está realizando una fuerte campaña de marketing internacional basada en la sustentabilidad, muestra que es el país que más superficie de algodón bajo sistema de siembra directa posee, que posee un alto porcentaje de mejor algodón certificado (80% BCI), complementada con el despliegue de una amplia red de laboratorios de calidad HVI certificados ICA Bremen, sobre una plataforma de producción de grandes superficies a priori antagónicas con el concepto de sustentabilidad y cambio climático.

Y por casa, ¿cómo andamos? El mundo comercial del algodón, resumido en compradores serios, no tiene confianza con el algodón argentino. Nos hemos ganado esta virtud, debido a que hemos cometido muchas falencias con los compradores: discontinuidad de entregas, fallas de calidad muy groseras (mezcla de diferentes grados de fibra en un contenedor), evasión impositiva (declarando fibrilla por fibra), falta de transparencia de información de mercado local (superficies, producción, calidad, etc.).

En este contexto, se dificulta utilizar herramientas protocolizadas con aval internacional en nuestra producción algodonera (BCI, Global GAP, Fair Trade, etc.), dada la complejidad para cumplir con dos premisas básicas de las mismas: transparencia y trazabilidad.

En esta realidad, se diseñan caminos alternativos, como protocolos locales (ARA-Aapresid) alcanzables para los procesos actuales, pero no al ciento por ciento puesto que existen exigencias internacionales relacionadas con: años de desmonte del lote productivo, titularidad de la tierra, registración laboral y transparencia de mercado. Son buenos intentos, pero no avalados por los mercados demandantes de “Champions League” (Europa y Oriente Medio).

Paradoja

Hay aquí una paradoja porque por un lado necesitamos ingresar dólares al país y por otro no terminamos de configurar una estructura impositiva sustentable.

La comercialización internacional exige credibilidad y se basa en la trazabilidad y transparencia del mercado. Hay herramientas tecnológicas para mostrar al mundo que hay cosas que estamos haciendo bien. Lo que no tenemos es decisión política para no caer en la hipocresía de mayor exportación de fibra con mayores imposiciones (triple y cuádruple en algunos casos).

La industria textil nacional año tras año debe soportar los vaivenes económicos, ajustes y desajustes, cuya consecuencia trajo reducción de inversiones, incremento del stock de dólares para la importación y reducción de las organizaciones. No obstante, le falta una integración verdadera con los demás eslabones de la cadena algodonera para compartir la visión holística del negocio. Entre otros aspectos, la reducción de intermediaciones que estiren los plazos de pago, la promoción de las registraciones de contratos de compra en mercados de valores (Mercal), la profundización de propuestas para mejorar la gobernanza (un buen ejemplo es el proyecto denominado “mochila argentina” presentado para temas previsionales) y liderar participación en la mesa agroindustrial en temas exportaciones y mejoras impositivas, no solo para la inversión en “hard” (instalación de nuevas plantas industriales), sino también en “soft” promoviendo la consecución de certificados de denominación de origen (DOC) sustentabilidad y de carbono neutro a partir de la implementación de protocolos internaciones como BCI o GLOBAL GAP.

Al estar los actores dentro de un “ecosistema algodonero”, el peligro es fagocitarnos unos a otros en busca de la salvación individual (corto-plazo). Así estaremos construyendo un camino sin retorno hacia el subdesarrollo (mediano-plazo).

Especialista en Agronegocios y Alimentos (UBA), Gerente Técnico de Fundación MásValor para la cadena algodonera

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